Dicen que volvemos a mirar al alquiler. Bien pero no es una mirada natural. Todo está condicionado por una inexistente política de vivienda en los últimos 25 años. La población se mueve, el empleo se mueve, todo se concentra en cada vez menos ciudades, pero no se mueve nada en las cabezas de los políticos respecto del derecho a una vivienda digna. Y cuando lo hace es para empeorar la situación.
Salvo raras excepciones autonómicas, que además quedan diluidas por la presión tan fuerte de la demanda, no se construye vivienda, ni pública, ni apenas privada (y cuando se construye los precios son de infarto por la estructura lógica de costes del promotor). Quiero pensar que la razón es que los políticos tienen demasiado miedo y prejuicios para actuar de forma eficiente sobre el suelo y sobre la vivienda después de la explosión de la burbuja.
El ciudadano ya no quiere comprar como ocurría en los 90 donde si no comprabas decían que eras tonto. Pero el ciudadano nunca fue tonto, ni antes ni ahora en lo que concierne a su economía doméstica y ahora un poco menos ya que, aunque débil, tenemos algo de educación financiera. Simplemente eran escenarios socioeconómicos y culturales distintos. Ahora el ciudadano sigue queriendo comprar, pero no va a hacerlo a cualquier precio y en cualquier escenario, con tal inestabilidad laboral creciente y una carga fiscal injustificada (en una compraventa el fisco se lleva hasta el 25% del coste de la transacción).
Hemos sufrido el caos de la explosión de la burbuja y ahora estamos sufriendo el caos de la creciente falta de vivienda en las principales ciudades. Esa falta de vivienda, precisamente es la que frena el ajuste de los precios de venta en momentos de subida tan importante de los costes financieros y retracción de la demanda compradora, y además, como efecto colateral, tira al alza de los precios del alquiler, por la importante presión de la demanda de vivienda de primera necesidad, cuando además ese mercado de alquiler adolece de una mínima seguridad jurídica y legislativa como para que la oferta crezca.
Me dan igual los colores políticos, pero la solución no son las zonas tensionadas, ni la limitación de precios, si no la creación precisamente de zonas DESTENSIONADAS, donde la oferta crezca de forma considerable con incentivos fiscales verdaderamente eficientes y seguridad jurídica de verdad sobre la oferta existente (dicen que hay más de 3 millones de viviendas vacías); así como la rápida construcción de vivienda pública en alquiler, gestionada mediante propiedad vertical, gracias a la debida coordinación entre los distintos niveles de la Administración y la colaboración público-privada, que además generaría mucho empleo y no solo en la construcción.
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